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lunes, 11 de agosto de 2014

Proyectos TIC y la reforma de mi suegra

Imagen cortesía de stockimages
freedigitalphotos.net
Recientemente mi suegra decidió hacer una reforma en su casa. El proyecto no era especialmente complejo: remozar cocina y baños, pintar, nuevo sistema eléctrico y nuevas puertas y ventanas. Pidió varios presupuestos y, dado que ninguno de los licitantes ponía inconvenientes técnicos, se centró para la selección en dos variables: precio y plazo de ejecución. Resultó que el adjudicatario de la reforma, acuciado por la necesidad de conseguir la obra, fue un temerario y un irresponsable, sufriendo mi suegra las consecuencias. Las prisas y la falta de organización, condujeron a errores. Tomó mal las medidas del aluminio y tuvieron que rehacerlo; se equivocó en el modelo de puertas y armarios; llego a desavenencias con algunos de sus empleados, llegando alguno a dejarle a media obra... Ante el caos,
mi suegra tomó las riendas del proyecto y, al final, la reforma concluyó con cierto éxito. Subsanar los errores supuso una merma en la ganancia del contratista, que además tenía que soportar las iras de mi suegra y su supervisión diaria. Varios vecinos, interesados en reformar en sus propias viviendas, se acercaron a preguntarla por su experiencia y ya se imaginará el lector su respuesta. En definitiva, el contratista salió de allí con pérdidas económicas y con una publicidad tan negativa que le dejaba sin opciones de trabajo en la zona.

Se me ocurrió hacer una comparativa con algunos proyectos de IT llevados a cabo en organizaciones donde yo había trabajado. Me di cuenta de que, si bien las condiciones se repetían, no así el resultado. Proyectos aceptados en condiciones temerarias y  con evolución similar a la reforma de mi suegra no tenían consecuencias negativas para el responsable  sino muy al contrario. El perjuicio generado llamaba la atención de la dirección, dando a este una oportunidad de ser visible. La irresponsabilidad en la aceptación del proyecto se convertía compromiso con la compañía. La negligencia en el cumplimiento, en un deseo admirable de superar retos que, a causa del infortunio, no había alcanzado y, finalmente, la subsanación de defectos "in extremis", en loable entrega a los intereses de la organización. Por el contrario, proyectos finalizados en plazo y con calidad pasan desapercibidos. La ausencia de problemas se relaciona con la ausencia de dificultad. Incluso generan suspicacia ya que entienden que su responsable engaña a la organización, dándose un colchón excesivo.

¿Qué hace a mi suegra más coherente con su proyecto? En primer lugar, que la reforma la pagaba con su dinero y, el retraso, le suponía un perjuicio directo por tener que vivir en una casa distinta. En segundo lugar, que no se fiaba de lo que el contratista le contaba sino que inspeccionaba la evolución. Ella vigilaba la calidad sin necesidad de estar permanentemente en la obra, fijándose en sus propios indicadores: suministro de materiales, estado de cada trabajo... Tras la primera semana se dio cuenta del problema y tomó medidas que, de haber obviado, hubieran supuesto un resultado peor y con mayor retraso. Por último, mi suegra no tenia ningún problema en reconocer su error en la selección. Se había equivocado, asumía su culpa y actuaba en consecuencia. Ni que decir tiene que si la obra hubiera ido de otra manera, mi suegra habría estado feliz de pagar el precio convenido y pregonar las bonanzas de su contratista. En definitiva, mi suegra aplicó los principios de gobierno y compensó (o penalizó en este caso), en función del resultado.




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