Me acerco al supermercado de al lado de mi casa dispuesto a utilizar los nuevos puntos de venta con tecnología NFC (permiten el pago acercando la tarjeta en lugar de introducirla), que han instalado. Compro un par de litros de leche, pan y algo de queso. Me pongo en la cola hasta que llego a la línea de cajas. Deposito mi compra en la cinta asignada y una sonriente cajera, Ana, me da los buenos días mientras escanea mis artículos. - 11,90. ¿En efectivo o con tarjeta? - me dice. Le doy mi tarjeta "sin contacto" y pregunto si podemos utilizarla. - Claro que sí, caballero. DNI, por favor - añade automáticamente. Con cierto fastidio, vuelvo a sacar mi cartera y se lo doy. Mientras comprueba que DNI y tarjeta pertenecen a la misma persona le pregunto su opinión sobre el nuevo sistema. - Qué quiere que le diga, no sé por qué tiene más gracia verme acercar su tarjeta al terminal que meterla por la ranura - señala mientras toca el TPV para efectuar el pago. Intento hacerme el listo y le digo que, entre otras cosas, para transacciones inferiores a 20 euros no es necesario introducir el PIN. Sin perder la sonrisa me responde que por qué eso mismo no se podía haber hecho con las antiguas. Recojo mi compra y me voy a casa pensativo.
Imagen cortesía de Serge Bertasius Photography
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