Recientemente recogían los periódicos que una consejera de cultura valenciana se despedía de sus ocupaciones políticas con un texto de 19 líneas y un sinfín de faltas de ortografía, por no hablar de errores sintácticos. En su descargo diré que lo hizo desde su móvil.
Lejos de querer vituperar a esta señora (por lo que me pudiera tocar), me paree que es víctima de una circunstancia de nuestros días: ya nadie escribe. No me cabe duda que la ex-consejera habrá cursado EGB y Bachillerato (ya tiene sus años), además de otros cursos superiores pero vivimos tiempos donde una presentación PowerPoint es lo máximo que estamos dispuestos a leer. Hasta el correo electrónico ha perdido fuelle en favor de la mensajería instantánea. Nos limitamos a dejar simples pistas de lo que queremos expresar pensando que el otro debería leer nuestra mente. Ya no es un acto de cortesía y aprecio por el destinatario redactar con cuidado un texto. Lanzamos andanadas de pírricos mensajes sin contemplaciones. A toda velocidad. ¡Qué importa la forma!
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